El estado de la mente incide tanto como el estado físico en un deportista que pretende obtener el éxito en un disciplina concreta, incluído el Taekwondo. Es por ello, que resulta primordial estudiar y entrenar el aspecto psicológico del deportista, para poder potenciar su rendimiento físico, es decir, lograr una perfecta integración entre los aspectos emocional y físico.
Antes de entrar de lleno con el desarrollo propio del tema, es importante definir un concepto básico para comprender todo el artículo. Éste es, la psicología: ciencia que estudia los procesos mentales, las sensaciones, las percepciones y el comportamiento del ser humano, en relación con el medio ambiente físico y social que lo rodea. Podríamos decir, de igual modo, que es la manera de sentir, pensar y comportarse de una persona o una colectividad. Se trata de una ciencia cuyo estudio, año tras año, aumenta en relevancia, pues resulta de vital importancia para entender algo tan complejo como es el comportamiento humano y la racionalidad del mismo. A continuación, se tratará el concepto aplicado al Taekwondo, donde se relaciona con un entorno deportivo de alta competición, con todo lo que ello conlleva.
Obviamente, resulta básico para el deportista entrenar su físico, la técnica propia de la modalidad deportiva que desempeñe, sin embargo existen aspectos de tipo emocional que sólo nos afectan en determinados momentos y circunstancias, y las cuales no pueden ser combatidas con entrenamiento físico o con la repetición de una determinada clase de ejercicios físicos. El rendimiento no aumentará si separamos cuerpo y mente, pues estos se interrelacionan estrechamente.
Durante una competición, el estado físico, fisiológico o los conocimientos técnicos no variarán en gran medida durante el desarrollo de la misma, es decir, el taekwondista no adquirirá ni perderá (por norma general) de forma espontánea más fuerza, más conocimientos técnicos, sin embargo, sí veremos que pierde concentración, fruto de una serie de factores psicológicos que inciden sobre la mente, volviendo a ésta en su contra. Dicho de otra forma, pierde control psicológico, lo que conlleva la imposibilidad de alcanzar el objetivo marcado.
El taekwondista durante la competición se enfrenta a menudo con situaciones incómodas y muy delicadas donde la ansiedad le empieza a dominar provocándole una mayor fatiga, sudoración, frecuencia e intensidad de latidos unido a una pérdida paulatina de concentración y confianza en sus posibilidades. Por ello, a menudo debe someterse a una buena y personalizada preparación psicológica donde se incluyen toda clase de métodos y técnicas que le enseña a interpretar el estado mental del momento, y que le permite adquirir los conocimientos necesarios para combatir cualquier obstáculo de tipo psicológico que se le presente, de tal forma, que puede tomar las decisiones adecuadas a cada instante, en base a unos indicios relevantes, maximizando así, el rendimiento durante el mayor periodo de tiempo posible. Si a estos métodos de tipo científico, el taekwondista le suma sus propias técnicas, de propia elaboración, más o menos ortodoxas (como puedan ser pequeños rituales), pero efectivas para él, el competidor podrá alcanzar un control casi total de su mente durante una situación de adversidad.
Cierto es que, cuanto más ansioso se encuentra uno, también más motivado puede hallarse. Depende de cada uno el grado de ansiedad necesario para hallarse motivado o por el contrario hundido. La clave reside, por tanto, en saber determinar el nivel correcto para poder aumentar y rentabilizar el potencial. De ahí surge la distinción entre una “ansiedad positiva” y otra “ansiedad negativa”. La positiva alude a esa situación de excitación que genera la posibilidad que ve uno de obtener el éxito perseguido. Por el contrario, la ansiedad negativa se referiría a la preocupación y miedo a un posible fracaso, a la aparente imposibilidad de lograr el objetivo. Este sentimiento de temor a alcanzar un resultado no deseado es lo que lleva al deportista a una situación dramática donde la mente se nubla y donde en vez de analizar fríamente la situación, comparar con experiencias anteriores para obtener una información útil y constructiva que permita obtener soluciones al problema, pierde el control de la situación, llevándolo a tomar decisiones impulsivas y nerviosas, y al final el intento por controlar nuestro estado mental y, por ende, la incapacidad para lograrlo, se convierte en la principal causa del fracaso. Situaciones tales como pensar en fracasos o triunfos recientes inciden de forma contrapuesta en nuestra mente y la posterior actuación. El primero de los casos evocará inseguridad, pensamientos negativos sobre otro posible mal resultado, creando un “círculo vicioso” de fracaso y hundimiento psicológico; por contraposición, si el deportista lleva una buena racha de triunfos en competiciones anteriores, tenderá a estar especialmente motivado, lo que genera un nivel óptimo de energía y estímulo que cuando aprende la forma de regularlo y mantenerlo, el taekwondista logra centrar su atención en el reto logrando usar esa energía de forma positiva y no perjudicial para sí mismo.
Buena muestra de que mente y cuerpo van unidos, es que el exceso de tensión nerviosa viene acompañado siempre por un exceso de tensión muscular, y que el taekwondista debe saber detectar y controlar. El método más usado para combatir la tensión muscular sin ayuda de terceros, es el relajamiento. Una buena definición de lo que esto significa es la dada por José Ramón Fernández de la Portilla y Diego Ortega Camacho en su tesis La Psicología en el deporte y su aplicación a la práctica del Taekwondo (1994-1997): “Relajamiento significa el abandonarse y no hacer absolutamente nada con los músculos, aun cuando estos no pueden desconectarse de una forma total, se puede conseguir ponerlos en lo que se denomina velocidad ociosa, es decir, proceso de permitir gradualmente a nuestros músculos que vuelvan a una posición neutra”. El dominio de esta técnica permite al taekwondista regular el nivel de estímulo de manera que nunca llega a sobrecargar los músculos por duro que sea el ejercicio. Así mismo permite la reducción casi total de la ansiedad antes del ejercicio de tal forma que desaparecen los pensamientos desestabilizadores que surgen durante el combate, competición. Otra ventaja reside en que permite llevarla a cabo en pequeños periodos de tiempo, como por ejemplo entre combates, entre entrenamientos o incluso entre los asaltos de un combate.
La meditación o el conocido como adiestramiento autogénico o autogestión son dos de las técnicas más utilizadas para obtener una buena relajación. No obstante, el pilar básico en el que se sustenta el relajamiento es la respiración y el control de la misma. Sin ésta es imposible relajarse.
Durante la competición, el taekwondista usa diversas maneras de obtener el estado de relajación para así mejorar su técnica, pero siempre haciendo uso exclusivo de aquellos músculos necesarios para desarrollarla, a la vez que ejercen sobre ellos sólo el nivel justo y adecuado de tensión muscular para cada movimiento. Esto permite al deportista evitar posteriores errores mentales, decisiones impulsivas sin sentido o lapsus mentales. Además el relajamiento mejora exponencialmente la atención lo que lleva a un incremento de rendimiento durante un periodo de tiempo superior sin llegar a la sobrecarga.
Como ya se ha mencionado, es esa falta de atención, concentración, el principal problema con el que se encuentra el taekwondista. La atención puede, o bien dirigirse a diferentes puntos a la vez, o bien centrarse únicamente en un estímulo determinado. El Taekwondo requiere del practicante someterse a las exigencias de un combate, del cara a cara con otro luchador, y el saber ejecutar el movimiento o técnica precisos en cada momento determinado, es decir, saber tomar la decisión adecuada, elegir la opción de ejecución correcta entre varias posibles en el instante preciso resulta determinante para inclinar la balanza a un lado u otro, al éxito o al fracaso, lo que repercute, a su vez, sobre la concentración. Los competidores necesitan dirigir la atención a diversos estímulos y analizar cada indicio, cada circunstancia en cuestión de pocos segundos y reaccionar en base a ello para lograr una actuación idónea. Es por ello, que se requiere la máxima concentración posible y mayor preparación psicológica. A su vez, debe abstenerse, aislarse en una “burbuja” de cuanto le rodea que sea ajeno al propio combate, al rival. La habilidad para lograrlo es una de los grandes aspectos diferenciadores entre principiantes y expertos luchadores. Para entenderlo mejor, cabe mencionar, a modo de ejemplo, un aspecto que suele repercutir negativamente sobre la atención de los combatientes, el público. El luchador se preocupa de lo que puedan pensar acerca de su actuación padres, amigos, entrenadores… provocándole pérdida de concentración y desvío de la atención hacia algo ajeno a su rival.
Otro aspecto primordial es el dominio de la técnica. Al margen de toda obviedad, con ello me estoy refiriendo a que el taekwondista no debe pensar en cada movimiento que realiza, pues supondría desviar la atención del rival en detrimento de una fluidez y suavidad que requiere cada movimiento ejecutado. Por tanto, el objetivo al entrenar cualquier técnica es poder ejecutarla sin centrar la atención en ella para poder orientarla hacia lo que va a ocurrir.
Un método bastante utilizado, y muchas veces no mencionado, es el de la imaginación. Muchos deportista hacen uso de esta técnica para aumentar su potencial mediante la recreación mental de situaciones imaginarias que pretenden posteriormente llevar al práctica. Me explico. Momentos antes de un combate, es habitual ver al taekwondista hallarse sumamente concentrado, donde estaría recreando el combate que va a continuación disputará, realizando mentalmente las técnicas, movimientos y estrategias a llevar a cabo durante el mismo.
Barbara Brown, en su libro Supermind asegura que “la imaginación puede recrear el pasado de tal manera que puede transformarlo para su adaptación a los estados emocionales deseados, se puede proyectar al futuro, resolviendo problemas, aliviar presiones mentales, aumentar los conocimientos, maximizar una situación”. Existen dos clases de imaginación, la externa y la interna, y de la primera pasamos a la segunda. Con la primera, el taekwondista se imagina así mismo en tercera persona ejecutando una técnica concreta, para lo cual es útil observar primeramente a otra persona (entrenador) llevar a cabo aquello que trata de imaginar. Es como si estuviera viendo una película. Esto es más propio del deportistas que están empezando a entrenar una nueva técnica, que una vez tiene claros los conocimientos, lo interioriza, y luego cuando lo domina a gran nivel, pasa a la imaginación interna, esto es, verse imaginariamente en primera persona, ejecutando los movimientos en cuestión.
Otro gran problema con el que el taekwondista ha de lidiar de manera inevitable en algún momento de su carrera, es el dolor. Esta desagradable sensación es especialmente notoria en deportes de contacto, y más aún los de lucha como el que tratamos. Éste puede ser generado por una lesión, por sobrecarga muscular fruto de un excesivo y prolongado esfuerzo o bien por el simple golpe y contacto propio del Taekwondo. Sin embargo, el deportista de elite desarrolla, gracias a una exhaustiva preparación psicológica, maneras de lidiar con el dolor. Para ello, existen especialistas de la llamada ciencia del dolor encargados de enseñar al deportista los mecanismos de control mental para poder sobreponerse al dolor, hacerlo de lado centrando el foco de la atención hacia otro lado y así dominarlo. Para lograr dicho cometido, juega un papel fundamental el control de la respiración.
Por último, un aspecto tan importante o más que cualquier otro para lograr una elevada motivación que te lleve al posterior éxito, es la fijación de unos buenos y realistas objetivos, divididos por orden de prioridad. Como digo, fijar unos determinados propósitos permite al deportista mantener la constante motivación necesaria, marcarse un camino a seguir y así mismo justificar y dar sentido a los esfuerzos realizados. Ahora bien, nada de esto será posible si los objetivos marcados no resultan realistas, pues el deportista entraría en una espiral de impotencia y pérdida de confianza en sí mismo por la imposibilidad de alcanzarlos; mas han de suponer un reto, es decir, lo suficientemente dificultosos como para mantener una motivación viva. Asimismo, establecer una cantidad apropiada de ellos que no conduzcan a un agotamiento físico y psíquico excesivo y anticipado.
Como José Ramón Fernández de la Portilla y Diego Ortega Camacho señalan en la obra anteriormente citada, los objetivos son establecidos de manera individual y personalizada atendiendo siempre a unas cuestiones básicas: “¿Cuánto tiempo llevamos persiguiendo este objetivo?, ¿qué hemos hecho hasta ahora para alcanzarlo?, ¿cuánto ha sido lo más cerca que hemos estado de poderlo conseguir en otra ocasión?, ¿por qué me es necesario alcanzarlo?”. Existe un orden de prioridades a la hora de marcarse objetivos: de corto, medio y largo plazo. Estos últimos marcan la luz al final del túnel, la meta más alta, pero son los dos primeros los que mantienen motivado al deportista hasta alcanzar la objetivo último.
Dicho todo esto, y a modo de conclusión, resaltar la evidencia de que una buena preparación psicológica es tan decisivo como el entrenamiento físico. A día de hoy, tanto taekwondistas de elite como amateurs aprenden a desarrollar sus aptitudes atléticas por medio de técnicas de fortalecimiento mental que les permite lograr ventajas competitivas sobre los rivales, es decir, las diferencias en la capacidad de concentración, de automotivación, y de autoconfianza son factores determinantes para triunfar o fracasar.
Por otro lado, han sido demostradas los numerosos beneficios que el Taekwondo tiene sobre el practicante. Éste, a la larga, ayuda a agudizar los sentidos, a mejorar cuestiones físicas como la fuerza, la flexibilidad o la velocidad; permite además desarrollar habilidades de tipo personal como el autocontrol, la perseverancia y la confianza y a controlar otras como la irritabilidad, ansiedad, agresividad aparte del estrés que permite liberar. Los momentos críticos de gran tensión y dificultad a los que el taekwondista se ve sometido, le sirven como experiencia a la hora de afrontar adversidades de la vida cotidiana. Por otro lado, desde un punto de vista filosófico, el Taekwondo se basa en un código de conducta que se sostiene en conceptos como la cortesía, la lealtad y el respeto.
Por otra parte, investigadores Pedro Carazo Vargas y Gerardo Araya Vargas con la Universidad Nacional de Costa Rica y la Escuela de Educación Física y Deportes, realizaron un estudio en 2007 sobre el perfil de rasgos psicológicos de hombres y mujeres practicantes de taekwondo donde llegaron a la conclusión de que los taekwondistas, y en general, practicantes de deportes de lucha, se caracterizaban por ser más extrovertidos en comparación a deportistas de otras modalidades. A su vez, presentaban una mayor satisfacción con sus vidas que los deportistas de potencia de modalidad individual, así como menores niveles de depresión que los deportistas de resistencia y equipo.